El doble efecto del alcohol: depresor y estimulante

 

Al contrario de lo que se cree comúnmente, el alcohol no es un estimulante, sino un depresor del sistema nervioso central. La euforia y desinhibición son los primeros efectos sicológicos de su consumo, pero a medida que aumenta el rango de tolerancia del organismo, éstos son reemplazados por otros menos agradables.

 

Aquellas personas con baja autoestima, inseguridad o que suelen ceder a los retos de sus pares son los más expuestos a caer en el consumo excesivo de alcohol o crear una dependencia a él.

 

Esto, porque el alcohol actúa como un sedante en el sistema nervioso central, reduciendo las células nerviosas del cerebro, alteración que inicialmente se traduce en una leve euforia y menor inhibición. Y precisamente estas sensaciones agradables son las que incentivan su consumo.

 

Depresor del sistema nervioso central

 

El alcohol afecta en primer lugar al Sistema Nervioso Central. La sensación de excitación se debe precisamente a que al deprimirse algunos centros cerebrales, se reducen las tensiones y las inhibiciones y la persona experimenta sensaciones de sociabilidad o euforia.

 

Pero el alcohol continúa afectando partes del cerebro que controlan el comportamiento y las emociones: la memoria, concentración y coordinación. Se puede experimentar grandes cambios en el estado de ánimo y arranques emocionales, o lo que en lenguaje popular se llama “la mona triste”.

 

Se dice que el alcohol “anestesia la censura interna”. Sin embargo, si la concentración de alcohol excede ciertos niveles en la sangre interfiere con los procesos mentales superiores, distorsionando la percepción visual, la coordinación motora y el lenguaje.

 

De qué depende el efecto

 

Cuando se bebe alcohol, dos personas que toman la misma cantidad son afectadas de distinta forma. Incluso, una misma persona puede comportarse de distinta manera en oportunidades diferentes. Algunos de los factores que influyen en estos cambios son:

 

Cantidad de alcohol en la sangre:

0,5 g/l: Euforia, sobrevaloración de facultades y disminución de reflejos.

1 g/l: Desinhibición y dificultades para hablar y coordinar movimientos.

1,5 g/l: Embriaguez con pérdida del control de las facultades superiores.

2 g/l: Descoordinación del habla y de la marcha y visión doble.

3 g/l: Estado de apatía y somnolencia.

 

Características personales

La edad, el estado físico, el peso, la cantidad de alimentos en el estómago, el tipo de personalidad y los antecedentes familiares influyen en la manera en que el alcohol afecta la conducta de cada persona.

 

Circunstancia

El lugar donde se bebe, con quién se bebe y la ocasión en que se hace, inciden en la conducta del bebedor.

 

Estado de ánimo

Las expectativas, los motivos y las emociones que se tienen para beber influyen en el comportamiento de la persona que ingiere alcohol. Una persona que ha ingerido una cantidad moderada de alcohol, en general, se pone más alegre, más audaz y más desinhibida de lo que habitualmente es.

 

Fuente: Terra Chile


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